Soledad y silencio. Esta tarde pasé un momento delicioso, sí, solo y
en silencio. Estaba en la capilla de la parroquia, nada que me
distrajera, ningún mosquito despistado con apetito, ni ninguna mosca
insistente.
Lo único que tenía
delante de mí y que llamaba mi atención, era la lucecita roja de
debajo del sagrario. No había, ni en la capilla ni en el templo otra
luz, solo esa, solitaria, pequeñita pero insistente.
Tenía la sensación
al mirarla de sentirme observado, si bien es verdad, que no me sentía
mal. No era una “mirada” incómoda, invasiva, no era de esas
miradas “que matan” o te juzgan y te inquietan porque pareciera
que te piden cuentas... NO, quizás más que mirada era PRESENCIA. Presencia cercana, amable, tierna, cariñosa... era, la presencia que te conoce,
te acompaña y te acaricia, una presencia que emociona y conmociona.
Que más allá de mi soledad es presencia que OS HACE PRESENTES y
que, como a mí, también os acaricia y acoge. Es ese tipo de
presencia que no ahuyenta, ni crea pavor... sino CONFIANZA, ALIVIO,
EMOCIÓN Y VIDA.
Ya veis, esa pequeña
luz roja siempre encendida, siempre presente, no solo aquí en la
capilla, siempre iluminando (a TODOS: A LOS ENFERMOS, A LOS QUE
TANTO SEGUIMOS QUERIENDO AUNQUE YA NO ESTÁN...). Esa luz... pequeñita,
pero “matona”.
Recordé una canción
de Maná que habla de esa bendita luz, quería compartirla con
vosotros…. ANIMO Y ADELANTE.
OS QUIERO
Paco.
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