Una vez tuve un sueño donde llorar estaba
permitido. Los niños no podían correr en el parque y la abuela era la reina de
corazones, en un jardín de rosas blancas a medio pintar.
Pero hoy me levanté y era real. Los árboles
bailaban solos y los pájaros eran la música de la cuidad. Las calles estaban
desiertas y todos en casa, viendo el tiempo florecer.
Algunos días eran de color rosa, la balanza
estaba en equilibrio y casi casi, podías notar cierta armonía en esta nueva
rutina. Pero luego llegaban los días grises, en pijama, con la voz casi apagada
y libros con las hojas marcadas.
En días de conflicto, uno no sabía en qué
orilla amarrar el barco de alegría y virtud. Paras y piensas si algún día
bajará la marea, y si jugaremos en la playa de nuevo, si reiremos en la arena.
Y fue entre páginas dónde encontré, a una
Gloria Fuertes que creía en que “la Patria es un niño que nos mira”. Que nos
abraza fuerte con guantes, y nos da besos con mascarillas. Que con sus ojos nos
demuestra que aún queda esperanza.
Miré a mi hermano, y pensé en todos los
niños en sus casas. Pensando que son pequeñas ilusiones que nos enseñan el
camino hasta Él, nos abren la puerta a un nuevo mundo de emociones.
Son pequeños inventores de risas, que ahora
mismo es lo que más escasea en casa. Nos vemos por vídeo llamada y se
transforman en guerreros que conquistan corazones y mueven emociones en el
mundo, nos colman de deseos y de nuevos inventos cada día.
Dejemos que los niños sean los primeros que
nos jueguen entre ellos y nos inviten a llenar el cielo de colores.
Quería decirles a todos esos abuelos que
cuidaron y educaron a sus nietos de pequeños, que ellos son la fuerza y la
entereza que se ve en la mirada de los niños.
Que sin ellos, nosotros como niños y como
nietos, no seríamos las personas que estáis construyendo.
Esas personas que estamos deseando
abrazaros y compartir nuevos momentos con vosotros.
Gracias,
MARÍA
Dibujo realizado por María. |